¡Era de verdad!
La falta fue dudosa para
los comentaristas. Para mí, sinceramente, una atropellada de bruto nomás del
delantero estrella del otro equipo sobre el atacante en ocasión. Por lo tanto,
penal, y a cobrar. Hay cosas del fútbol que no llego a interpretar. Como estas,
aquellas infracciones que son cobradas sin duda alguna en la mitad de la
cancha, a setenta metros del área rival, pero no corren con la misma suerte si
son cometidas dentro del área misma, donde el resultado del cobro decantaría en
la sentencia desde los doce pasos. De todas maneras, los méritos deportivos de
su equipo lo hacían merecedor de una oportunidad como esta. Los pensamientos
exitistas que hoy nos invaden dirían “nadie gana por merecimiento” o “por algo
pierde, si pierde, “…es que algo deben haber hecho mal”, o “para ser el mejor
hay que ganarle a todos”. Puede que tengan razón, pero los que piensan como yo
pienso, materializamos victorias con cosas sencillas: varios pases entre jugadores de un mismo
equipo, jugadores moviéndose sin pelota, sin
tener que demostrar algo por el sólo hecho de tener la posesión del
balón, triangulaciones, gestos de solidaridad en el juego mismo, una pelota en
el palo -muchas veces sentí que las pelotas terminadas con un golpe en el
travesaño son más vistosas que las que terminan en gol, pero no me animé a
decirlo-, o asistencias en profundidad. Somos los que vemos al fútbol como si fuéramos
al cine, al teatro, al circo, a un recital, o cualquier pieza artística, con el
objetivo de entretenernos un rato observando a gente talentosa. Después de ver
eso, los que piensan el fútbol como yo, insisto, seguimos el día contentos, y
cuando nos preguntan en la cena cómo nos fue, qué hicimos en el día, contestamos“
Vi fútbol, vi el partido de tal gran equipo”, sin importar si ganó o perdió. Pero
bueno… volviendo a lo importante de esto, señores: el penal. Fue pocos minutos
después del comienzo del segundo tiempo. Su equipo necesitaba un tanto más para
clasificar a la final y con esta chance concreta estaba realmente cerca de
conseguirlo. A él no le cambió mucho el gesto por la situación, ni a él ni a la
afición que se encontraba en el estadio alentando a su equipo. Todos sospechaban
cómo terminaría, cuál sería el resultado de ese remate. Una historia lo avala:
en los momentos importantes, aquellos en que la pelota parece una mina que si
la tocas explota, él siempre la recibió, como si estuviese en la plaza más
cercana de su casa en Rosario a los once años, o en un campito de Cataluña a
los quince (poco me interesa a mí, y sí a los que lo tratan como si no fuera
argentino), y resolvió de la mejor manera, siempre. Por eso es el mejor. Continuamente
apareció con su virtud más sobresaliente, la valentía. Y eso, mezclado con una
eterna rebeldía que parece mantenerlo en
la adolescencia por siempre, ¡ya está! No había forma de que falle. Es que son
tantos los adjetivos positivos que lo describen y los que va acumulando este
tipo partido a partido que uno ya no sabe qué pensar, o sí, pensar en ese tiro
dentro del arco y a él festejando una vez más con sus compañeros de orquesta,
perdón, de equipo. Por momentos me llegué a preguntar, ¿será de verdad?. Otras
veces me toca por el lado del remordimiento. Por ejemplo cuando un sábado a la
tarde en vez de estar viéndolo por tele, estoy haciendo cualquier otra boludes
y reflexiono: “Yo acá como un nabo y él jugando por la tele; ¿cuántas veces más
voy a tener la oportunidad de verlo?”. Y no me puedo perdonar no haberlo visto
cuando realmente tuve la posibilidad de hacerlo, a él, al quizás mejor jugador
que el fútbol haya dado alguna vez. Me pasa que lo veo en un partido de Play y
pienso eso, que es un jugador de Play, que sólo una computadora lo puede hacer
tan excelente, tan brillante. En la cabeza de nadie entraba la posibilidad de
que ese penal sea malogrado. Lo miró al arquero con el seño fruncido, su gesto
de concentración típico. Era un penal más, en una instancia decisiva más, una
más en su joven carrera, que lo llevaría a otro gran éxito, a él y a su equipo. Era la más fácil oportunidad, el tiro libre verdadero, en donde está emancipado de
cualquier defensa y sólo tiene que saltear al arquero.
“Va a patear, va a pateaaaaaaaar, pegó en el palooooooo, pegó en el
palo, señores!”, escuché.
Decepción, palabra fuerte si las hay. La decepción es un sentimiento de
insatisfacción que se da cuando no se cumplen las expectativas sobre un deseo o
una persona. Se forma en unir dos emociones, la sorpresa y la pena. Si perdura,
es un desencadenante para la frustración. Bueno, en ese momento, sentíítodo lo contrario a lo que define a esa triste sensación. Percibí una extraña mezcla
de alegría y orgullo. Es que lo que estaba viendo me estaba dando una certeza
de la que yo tenía dudas: ese superhéroe, es humano, existe. Y siendo hombre
como vos, yo, o cualquiera, era dueño de tantas aptitudes que me hacían pensar en él como alguien enviado del más allá, características que nunca había visto en un deportista. A ver si me
entienden: la novela que yo alguna vez creí estar viendo con este tipo como
protagonista, dejó de ser novela para pasar a ser real. En esa ficción, él tenía amigos y enemigos,
quienes lo amaban y aprovechaban todas sus hazañas, y lo que pedían más de él
todo el tiempo, disminuyéndolo. Y resulta que esos enemigos son reales,
existen, y me doy cuenta que no lo merecen, que simplemente no lo merecen y ya.
De un minuto a otro pasé de la ficción a
la realidad con un sólo hecho que me dejó realmente confundido, ¡fantástico!
¿qué más puedo pedir?. Pasó, para mí, al mundo de los mortales con su error. Y todo lo que yo pensaba de él, en vez de desvanecerse
como muchos pueden estar pensando, se agrandó, se sobredimensionó. Porque ese
chico, siendo de carne y hueso como yo, teniendo mi misma edad, habiéndose criado
en un contexto similar al mío en una familia parecida, había hecho todo lo que
había hecho y no era chiste, era de verdad, era realmente de verdad…
(24
de abril del 2012, Semifinal Champions League, Barcelona- Chelsea, partido de
vuelta. Lionel Messi yerra el penal que le daba la clasificación a su equipo a
la final)
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