Luz de cambio

Esa luz amarilla personaliza a la paz, juega con el sentido más eterno en éste hombre: no sentir. Colocar la cabeza y su pensamiento en un vaso de agua el cual está a punto de ser tomado y transformarse en materia desaparecida, ella, el agua. Quien la realidad indica que no desaparece; todo lo contrario, cumple su función más fundamental, más necesaria, más ignorada pero cierta, llenar al ser de liviandad, de pureza y claridad. Una idea cambia por completo el perfil con el que encaramos el día. En ella reflejamos la gloria deseada, y oponemos el fracaso. Mostramos al mundo que podemos, y damos confianza al par, que si yo pude el va a poder. Leo que si tuviese un poco de confianza la vida se me haría más fácil. Lo leo y lo pienso, y lo apunto. Porque me queda. Porque en esa reflexión descansa el funcionamiento de mi gracia, de mi mente, y el cuerpo que la lleva. Vuelvo a la luz, esa que despotrica tranquilidad, que me dice nada es para tanto. Y me baja a la tierra del jardín más especial que alguna vez conoceré. Las fuerzas, nunca más juntas, vuelven a encontrarse en el momento indicado. Donde el destino decidió ponerlas, para meterme de lleno en un espacio un poco más irracional.

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